La gravedad es una fuerza fundamental de la naturaleza, una fuerza invisible que domina nuestro planeta desde sus entrañas rocosas a los océanos. Se trata de un fenómeno de atracción constante, estudiado hace siglos, pero que todavía arroja interrogantes a la comunidad científica. Si eliminamos o añadimos masa en un punto geográfico determinado, cambia la fuerza de la gravedad. Saber exactamente cuánto es complicado, porque varios factores influyen en el fenómeno gravitatorio.
La masa de los cuerpos es un factor determinante. En Trieste, Italia, un grupo de estudiantes indaga sobre el fenómeno que Isaac Newton se planteó tres siglos atrás.. La premisa es intrigante. En esta zona hay una gran cueva, llamada la Gruta Gigante. La ausencia de masa en el subsuelo reduce la fuerza de la gravedad en la zona. Es decir, si aparcamos un coche que pese una tonelada, aquí pesará cinco gramos menos. Pero “la cueva no es el único factor involucrado”, explica Carla Breitenburg, profesora de geofísica en la Universidad de Trieste. Un estudiante le preguntó por qué había cambios gravitacionales si no habían cambiado de lugar en sus mediciones. La respuesta es porque la acción de la Luna y el Sol cambia el campo gravitacional. La forma de la Tierra se estira y encoge con el contínuo movimiento de los océanos.
La única manera de tener una percepción integral de este fenómeno es desde el espacio. Fue precisamente por esta razón que la Agencia Espacial Europea creó la misión GOCE. La información obtenida por este satélite puede desentrañar elementos importantes, como la presencia de hierro en el subsuelo. Según Carla Breitenburg “el espesor de la corteza puede variar entre 7 kilómetros debajo de los océanos, la zona donde es más delgada, y hasta 70, 75 millas en las zonas más montañosas, como los Andes o el Tíbet”.
Los datos que recoge el satélite GOCE, desde un centro de observación de la Agencia Espacial Europea en Roma, aportan cada vez más información a la comunidad científica. Un miembro del equipo, Bjoern Frommknecht explica que para conseguir mayor precisión del campo gravitatorio de la Tierra, el satélite GOCE vuela más bajo que nunca: “tan cerca como sea posible a la superficie exterior de la atmósfera”, aunque en esa órbita el aire sea un problema. GOCE siempre se mantiene a una altura inferior los satélites convencionales. Ahora pasará a los 268 kilómetros a los 237. Un objetivo importante es mejorar el modelo de geoide, la representación física de la gravedad de la Tierra. Otro es seguir el curso evolutivo del cambio climático, profundizando en lo que sucede debajo de la corteza terrestre.
Los satélites de otra misión relacionada con la gravedad y bautizada como GRACE, estudian la densidad del hielo en Groenlandia. Los datos se recogen en Postdam, Alemania, Ingo Sasgen, científico del Centro de Investigación Alemán de las Geociencias concluye: “Se pueden ver dos cosas. Una es que existe un ciclo estacional, pero también se puede observar que en los últimos diez años los colores azulados están empezando a dominar, lo que significa que la capa de hielo tiene mucha menos masa que antes.”
La medición del geoide es también crucial en ámbitos como la topografía y la navegación.